miércoles, 28 de mayo de 2014

'CAMARITO' Y 'TOMILLERO', REGRESO AL FUTURO

Camarito y Robleño / Foto: LAS-VENTAS.COM
Por Javier Hernández - @javihernandez76

Ante ustedes, dos toros de lidia. Camarito y Tomillero, en ese orden. Dos toros de lidia como eran y serán los toros de lidia: bajos, finos, reunidos, sueltos de carnes, de largos cuellos, de puntas cerrando arriba, de casi media tonelada, tan bellos como armónicos, nada despampanantes. Más serios que esos otros que son todo cabeza y cuernos. Camarito y Tomillero simbolizaban una mirada a atrás para buscar el futuro de una ganadería que siempre se tuvo por fiera, viva, exigente y con un importante porcentaje de toros obedientes. Es decir, una auténtica ganadería para apostar en las tardes clave.


Aquí, Camarito, primero de la tarde, aquí, la plaza de Madrid. Otras veces, con toros similares a Camarito, la plaza de Madrid responde con un bofetón, con un fuera de mi vera enano mal nacido. Pero Madrid pide el carné y en el carné de Camarito ponía "del hierro de Baltasar Ibán", ganadería de Madrid, del gusto de Madrid, alabada en Madrid, maltratada antaño por los radicales de Madrid, ganadería de tipo fino, terciado y nada despampanante. Y por eso respetó Madrid, porque sabía que Camarito venía del pasado y por ahí es por donde pueden tener futuro estos hierros.

Aquí, Camarito, un toro. Aquí, Fernando Robleño, un torero. Saludos cordiales, cambio de impresiones, mucho respeto, buena educación y nada de pasión. Camarito embestía enclasado, muy humillado, caminando vivo, un punto tardo, queriendo coger con sus hermosas puntas de sus hermosas astas apretadas. Robleño citaba en la media distancia, con el cuerpo colocado, el pecho, la patalante, los cánones de la academia. Y la pasión, si acaso lo que le faltaba a Camarito, en el hotel. Y así pasó, que no pasó nada.

Con ustedes, segundo de la tarde, Tomillero. Toro castaño, ojinegro, serísimo, con dos perchas abrochadas y engatilladas, con su morrillo y sus ojos saltones, sus 500 kilos pelados. Con ustedes, un toro de lidia en toda regla. Tomillero era el toro que le gusta al torero, al ganadero, al público y al aficionado. Y hasta al empresario gustó, porque seguro que no lo pagó (pagará) caro. Tomillero empujaba en las telas y en el caballo. Era el toro del triunfo de un colombiano en Madrid. Pero llegó la lluvia y el viento, justo en ese instante en el que la exigencia de un animal fiero reclama precisión de toques, máximo temple para reducir asperezas y seguridad en las manos para adueñarse del poder y la voluntad de la fiera. Luis Bolívar lo intentó, lo buscó, se puso y se dispuso, meritorio pero vendido a la voluntad del viento.

Lo que hubiese dado Luis por librar esta misma batalla a la hora de su otro toro, el quinto. Porque a la hora del salpicado quinto, toro más alto, menos guapo, menos serio y más grande, la climatología era amable, dulce y gris, como el propio toro quinto.

Robleño había trasteado también al cuarto, toro de guapa cara, de seria testa y con cabos más toscos, menos refinados, menos propios de la marca Ibán. Trasteo intranscendente, voluntarioso, cumplidor ante una embestida intranscendente, anodina y superficial por la ausencia del celo y de la humillación. Solo se salió de lo anodino Ángel Otero, un torero de azabache que grabará con oro “San Isidro 2014” en su diario personal.

Así le pasó también a Rubén Pinar, que pechó con un lote vulgar, insustancial, dos toros que aquel Baltasar Ibán de los años 50 no reconocería como propios ni por sus formas ni por sus embestidas. Y ante ellos la voluntad, el trabajo y la fuga de ilusión de otro torero que sumará este combate nulo como oportunidad perdida.

La tarde fue de dos señores toros. Dos toros de los Herederos de Baltasar Ibán con tintes del pasado y que deben ser patrón para que exista el futuro. Camarito y Tomillero, regreso al futuro.




FICHA
Plaza de toros Las Ventas de Madrid. 20ª de San Isidro 2014. Toros de Baltasar Ibán. Enclasado el primero y de empuje y exigencia el lidiado en segundo lugar. El resto, deslucidos.
Fernando Robleño (blanco y oro con remates negros): Silencio y silencio tras aviso.
Luis Bolívar (sangre de toro y oro): Silencio tras aviso y silencio.
Rubén Pinar (verde hoja y oro): Silencio en los dos.
Cuadrillas: Saludó tras banderillear al cuarto Ángel Otero.
Entrada: Tres cuartos. Saludó tras banderillear al cuarto Ángel Otero.

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