domingo, 25 de mayo de 2014

CHOPERITA, UN MAL PROFETA

Eugenio de Mora / LAS-VENTAS.COM
Por Javier Hernández - @javihernandez76

José Antonio Martínez Uranga Choperita es, a sus ochenta y tantos, el empresario de la plaza de toros de Madrid, empresario de la construcción y un mal profeta. Dice don José Antonio que a esto de los toros “le queda poquito tiempo”. Tardes como la de hoy demuestran que don José Antonio está muy equivocado, aunque no lo quiera reconocer y haga todo lo posible por llevar razón. Lo de hoy lo organizan sus empleados para darle la razón al gran jefe, para demostrar que don José Antonio nunca se equivoca. Porque no cabe pensar que un cartel tan atractivo como el de hoy esté hecho con la intención de acelerar el proceso del fin, claro.

La cosa marchaba miel sobre hojuelas para ellos. Eran las 20.42 horas, hora y cuarenta y dos minutos desde el inicio del paseíllo, y sólo se habían finiquitados dos actos. Sólo se habían matado a estoque dos toros y los 15.000 espectadores habían visto ya salir siete astados. Una colección de sobreros de distinto color, tamaño y condición. Hora y cuarenta y dos y nada se había visto. La gente no prendía fuego a la plaza, ni se tiraba al ruedo, ni tan siquiera se iba a ver escaparates, lo que demuestra que don José Antonio tiene los días contados como profeta porque si tardes como esta todavía hay que gente que repite es que no hay miedo: el espectáculo goza de salud.

Eran las nueve menos cuarto cuando soltaron uno de Los Chospes, buscado ya en ese cuarto oscuro del magnífico Florito (gracias por la celeridad), un toro impetuoso, feo, de pitones rectos y cara de carnero, aleonado y culipollo. Un cromo. Toro malo que apretaba para los adentros, marcando siempre a Lamelas para tirarle la cornada. Lamelas es un tío que se ha creído a pies juntillas eso de que cuando te la juegas de verdad sirve para hacerte rico. Y se la jugó de verdad. Lamelas buscaba dar pases poderosos y ligados y el de Los Chospes darle una cornada. El torero redujo el ímpetu del toro hasta pisarle sus terrenos con tesón y gran voluntad, meritorio. Y en una bernadina final llegó lo que pudo ser una tragedia y quedó en volteretón. Mató de media y saludó una ovación. Tras dos horas, una ovación. Y allí seguían los 15.000 espectadores.

Cuarto de corrida. A escena, un bicho cabezón del Conde de la Maza, extraño, de amplios cuernos al cielo y puntas abiertas. Creer que ese animal pudiese embestir por abajo es como creer que Bob Esponja está vivo. No embistió. Llegó topador y defendiéndose a la muleta de Víctor Puerto, que resignado comprobó que no vale la pena ilusionarse cuando hay gente dispuesta a jugar con las ilusiones de 15.000 paganos.

En ese batiburrillo de toros sobreros se escapó uno bajo, de buen cuello, de noble expresión y con tipo de poder embestir. Y lo hizo. Toro colorado el de La Rosaleda que humilló mucho por el derecho y que tuvo su aquel. Eugenio de Mora le plantó cara, le bajo la mano mucho, una barbaridad, a veces más de lo que aconsejaba el viaje corto del burel, pero así hallaba la emoción y el calado en los tendidos. Sí, sí, a las diez menos cuarto de la noche todavía aplaudían y daban olés las 15.000 almas que componían ese conjunto que antaño se denominaba como el respetable. Eugenio se veía con posibilidades de montarse en aquel tren en el que se subió cuando lo apoderaban los Lozano, hace ya más de una docena de años, y eso subía la velocidad de su toreo, firmando un trasteo corajudo rematado de pinchazo y estocada. El maltratado auditorio todavía pidió la oreja.

Lamelas estrelló sus ilusiones con el grandón y astifinísimo sexto, toro caminador, defensivo, deslucido, un mulo sin gracia, que parecía hecho para quitar la ilusión del más pintado. El más pintado, así le cupo en suerte, se llamaba Alberto Lamelas, que se le quitó del medio no sin intentar aparentar la búsqueda infructuosa de algo positivo que nunca podría llegar.

Y así se acabaron las tres horas largas de corrida que sirven para darle en las narices al mal profeta don José Antonio Choperita: a esto no le queda poco tiempo porque, ofreciendo espectáculos tan lamentables como este, quién sabe si se trata del último milagro divino, todavía existen 15.000 pacientes que pagan, protestan, esperan, aplauden y hasta piden las orejas.





FICHA
Plaza de toros Las Ventas de Madrid. 17ª de San Isidro 2014. Toros de Peñajara, los tres primeros devueltos por flojos, deslucidos y sin poder 1º y 2º -lidiados tras correrse turno- y malo y deslucido el 6º. El 1º bis, de El Cortijillo, se partió un cuerno por la cepa, siendo devuelto, corriendo turno su matador. El 3º bis, de Torrealba, también fue devuelto por flojo, siendo sustituido por otro sobrero de Los Chospes, complicado por correoso. El 4º, del Conde de la Maza, feo y deslucido. El 5º, de La Rosaleda, humillador y con fondo.
Víctor Puerto (marino y oro), silencio en su lote.
Eugenio de Mora (obispo y oro), silencio y vuelta al ruedo tras petición.
Alberto Lamelas (blanco y oro), ovación con saludos y silencio.
Entrada: Dos tercios.

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