viernes, 6 de junio de 2014

VICTORINOS EN UN ATAQUE DE EGO

Ferrera, tras parear al segundo / Foto: LAS-VENTAS.COM
Por Javier Hernández - @javihernandez76

Seis victorinos que han triunfado en un ataque de ego. Los toros son así y, dicen, cuentan, especulan, suelen salir como el amo. Victorino siempre fue un tío que se defendió con uñas y dientes. Como táctica, él empleó la defensa a ultranza de su producto, alabando al bueno y al malo, y así atacaba a los rivales e, incluso, a los rivales de sus toros, los toreros. Pues la corrida de este viernes fue así, defensiva a tope hasta completar el triunfo, hasta cosechar las loas populares. La filosofía de Victorino en su máxima expresión. Seis victorinos en pleno ataque de ego, reclamando aplausos y vítores, tirando de un muestrario completo de cómo defenderse. Vendían cara su vida, la custodiaban con garra estos toros, pero nunca se lanzaron al ataque entregándose a una pelea a muerte, que es como se entiende que debe ser esto. Que el toro y el torero se entreguen a partes iguales a una pelea a vida o muerte, porque defenderse es de cobardes, por muy violenta, emotiva y espectacular que sea esa defensa.


Salían los victorinos defensivos, pero esos victorinos que se hacen los tontitos, que a la chita callando le meten el miedo en el cuerpo a los toreros merodeando y a la gente les da sensación de que son hasta buena gente. No humillan, pero no van. Pasan, pero no empujan ni derrotan. Parece que sí, pero no. Así era el primero. Es la descripción de la actitud del toro. Y la del torero tampoco anduvo lejana, parecía que sí, que Uceda ponía estilo, pero no. Parecía que Uceda Leal se iba a poner, pero se ponía sin ponerse. Los dos jugaban a defenderse, sin decidirse a atacar y a dejar sus vidas en manos de una fuerza mayor.

El segundo cárdeno fue otro toro fanfarrón, amenazante, con grandes gestos que de cara a la galería se aceptan como gestos de ataque bravo, como ese acudir de largo al caballo de Dionisio Grilo, pero luego se iba de allí sin querer saber nada, sin empujar, sin emplearse, en cuanto sentía el hierro del castigo. El toro reclamaba miradas, palmas, pero no quería pegarse a muerte, sino defenderse con alardes. Ferrera lo crujió en banderillas y le pudo en la muleta, aguantando esa mirada de la mala gente, por el rabillo del ojo… Nunca miró de frente el toro.

Hasta entonces la cosa iba en tablas. Ni los toros, ni los toreros. Pero salió el tercero. Vengativo le llamaban. Allí salía él, anunciándolo, advirtiendo que él llegaba para vengar a sus hermanos y hacerse con el beneplácito de esta su plaza. Un victorino en pleno ataque ego. El picador de Alberto Aguilar apenas se dio cuenta y cuando lo tuvo bajo el peto lo trató como a uno más, no como a un vengativo en pleno ataque de ego. Y sin sangrar hasta la pezuña le llegó el bicho a las telas de Alberto Aguilar, dispuesto a pegar derechazos y naturales. Rápido se dio cuenta de que Vengativo le podía sacar la navaja en cualquier pasaje, en cualquier acometida de esas que daba en torrente, a todo meter, arrollando y volviendo como un rayo nada más pasar la cadera del pequeño madrileño. Respiraba más el toro que el torero, podía más el toro que el torero, se defendía con más fuerza el toro que el torero, era una gran defensa por parte del toro y con actitud de ataque. El corazón, en un puño. Y el de Aguilar, a mil por hora hasta retirarse herido por pincharse con la espada y cabizbajo. El toro, sin embargo, aclamado entre la multitud porque se había defendido de forma espectacular. Madrid y la ovación a la espectacular defensa de un Victorino en pleno ataque de ego.

Turno de Uceda. Turno de un estilista fino que quiso meterle mano al cuarto, toro pasador, con aire de tontorrón y sin humillar un ápice. El toro no puso nada y el torero el oficio y poco más. Aún así, se aplaudió al toro y se pitó al torero. Le gustó más a Madrid cómo se defendió el toro que el torero.

El quinto marcaba su defensiva condición ya de salida: manos por delante, frenando, recortando, sin arrastrar el hocico y como mirando por encima de las esclavinas. Le tocó a Ferrera, que es un experto en bregar con estas férreas defensas sin ataque y que tiene unas piernas con doble motor turbo. Ferrera por aquí y por allá, con las banderillas, esperando al toro a la salida del peto, pues no hubo que ir a buscarlo, un Ferrera con poder en banderillas y con suficiencia al coger la muleta. Suficiencia, casi nada es eso frente al quinto cárdeno defensivo y a la caza. Ese lidiar, en ese bregar sobre las piernas parecía que hasta la muleta de Ferrera iba a convencer al Victorino para darse al ataque. Pero no. Llegado ese instante, Majito se dio a la fuga por diversos terrenos, Ferrera lo mató peor de lo que quiso y al esconderse bajo el estribo del tres, el tal Majito, traicionero, defendiéndose en otro ataque de ego, se levantó como un gato para cornear de forma terrible al cachetero Manolo Rubio. Y Madrid aplaudió fuerte al cárdeno y pitó a Ferrera.

La plaza era de los toros. La táctica de Victorino, esa de defenderse como gato panza arriba le valía a sus toros para volverse a hacer con el favor del público de Madrid, como siempre le gustó a Victorino. Y salió el sexto, descolgado, humillando, haciendo un surco con el hocico tras los capotes de Alberto Aguilar y su gente. Un Victorino atacante, entregado a la pelea a muerte. Pero un Victorino que no podía, que no tenía físico para seguir embistiendo como le pedía el alma. Y así se quedó en nada.

Eran las nueve y poco y Victorino Martín, padre e hijo, salían sonrientes de la plaza porque la plaza no se había aburrido, él recobraba el favor de Madrid y sus pupilos cárdenos se habían defendido a las mil maravillas. Los toreros, cabizbajos y pitados. Qué más da que los toros no ataquen si a su entretenida y a veces emocionante defensa la aclaman como el paradigma de la casta.



FICHA
Plaza de toros Las Ventas de Madrid. 28ª de San Isidro 2014. Toros de Victorino Martín, ligeros, nada aparatosos, de abiertas testas. Corrida defensiva en la que sobresalió el poco castigado tercero por su poder y si fiereza. El resto, defensivos en distintas formas, salvo el sexto que tuvo buen estilo pero careció de fondo y fuerzas.
Uceda Leal (negro y plata): División de opiniones y pitos. 
Antonio Ferrera (ciruela y oro): Palmas tras aviso y pitos.
Alberto Aguilar (turquesa y oro): Ovación con saludos.
Entrada: Lleno aparente.
Tras lidiar al tercero, Alberto Aguilar hubo de pasar a la enfermería para ser atendido de un corte con la espada en el gemelo izquierdo. El parte médico es el siguiente: "Herida incisa en la región gemelar izquierda y untado en eminencia hipotenar de la mano derecha. Pronóstico leve que no le impide continuar la lidia".
Tras la muerte del quinto ingresó en enfermería el tercero Manolo Rubio. El parte médico es el siguiente: Manolo Rubio, tercero de la cuadrilla de Antonio Ferrera. El parte médico expedido por el equipo que comanda D. Máximo García Pasdrós reza lo siguiente: "Herida por asta de toro en región perineal, con orificio de entrada y salida, con una profundidad de 15 centímetros, que alcanza el pubis y contusiona uretra y recto. Luxación de rodilla derecha, con rotura de ligamentos cruzado, anterior y posterior y ligamento lateral interno. Es intervenido quirúrgicamente en la enfermería y se realiza la reducción de luxación de rodilla e inmovilización de la misma. Pronóstico grave. Trasladado al hospital Virgen del Mar".

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