sábado, 9 de mayo de 2015

AGITADOR, PURO FUENTE YMBRO

Natural de Ureña a Agitador - LAS-VENTAS.COM
Se llamaba Agitador, puro Fuente Ymbro. El toro blanco agitó la tarde con su galope, con su arrancada desde los riñones, con esa forma de ir raudo a por los estímulos. Decir un ¡ja! y allí estaba Agitador,  puro Fuente Ymbro. Tan puro Fuente Ymbro fue que cautivó a todos menos al que estaba delante, que no era otro que Paco Ureña.

Paco enseñó a Agitador,  aquí lo tienen ustedes, de lejos en el caballo. Aquí lo tienen, por si no lo habían visto tan blanco y llamativo. Ahí va a por el caballo. Y aquí, hasta los medios se viene a mil por hora para coger la muleta. Una máquina de acometer frente a un humano sin la excelencia hoy en las yemas. Puro Fuente Ymbro,  que todos ven un gran toro y él torero no lo siente en su mano. Fueron mil pases, muchos mediocres, alguno bueno y la mayoría sin poso. El reposo no cabía, porque es de antojo difícil ver torear despacio cuando el toro acomete galopando a todo tren.

Así, entre carreras bravías, una plausible falta de fe y una fea espada se fue Agitador con las orejas puestas. Con las dos.

Al mexicano Payo también le tocó otro toro con buenas opciones. Uno, que fue sobrero,  o dos, pues el sexto sacó buen estilo tras se maltratado en los tercios primeros. Ahora bien, en Payo se vio un torero puesto, sincronizado, fluido, capaz, limpio. El sobrero no era toro escandaloso con el ya afamado Agitador. Este sobrero lo hacía bien a la sordina,  sin carearlo. Este humillada y cuando Payo lo prendía iba hasta el final con buen ritmo y notable clase. Bien El Payo, excelente por momentos. La media, el natural de vuelos, planta enterrada y pecho al frente. Momentos de quilates que se fueron a menos con la embestida y que terminó de arruinarlos un sablazo infame.

Con el sexto, que quedó para el final como un semoviente en pena, dibujó treinta bellos muletazos que no dijeron nada porque el Fuente Ymbro llegó hundido, maltrecho,  maltratado, a pesar de haber anunciado embestidas talentosas.

Esos tres toros fueron la noticia, la nota, lo reseñable. Lo intrascendente lo protagonizó César Jiménez. Poco más que la nada. Convivió César con el primero, toro que fue, que vino, que se quería ir y que luego volvía, como sujeto por un muelle a la roja muleta. Ni el toro se decidió a quedarse ni César halló el medio para encelarlo. Y con el cuarto, nada. Pero nada, ni ilusión. Y es comprensible que no se muestre ilusión cuando medio mundo parece haberse conjurado en favor de mermársela a este tío de Fuenlabrada.

Y así la gente, que cubrió dos tercios del aforo, se fue hablando de Agitador, puro Fuente Ymbro.

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